Lección 20

DANIEL, EZEQUIEL Y ABDIAS

 

By: Rolan Diciembre, 2010 Os Cristitos Rekord's ® | Reservados los derechos | Condiciones de uso

INTRO

DIOS KON NOSOTROS

 RECURSOS

FANZINES

 ACERCA DE MÍ

 DEJA TUS COMENTARIOS

 INTERCAMBIO DE LINKS  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

INTRO

DIOS KON NOSOTROS

 RECURSOS

FANZINES

 ACERCA DE MÍ

 DEJA TUS COMENTARIOS

 INTERCAMBIO DE LINKS  

 

 

 

 

Daniel

 

Este varón cuyo nombre significa “Dios es mi juez” era un príncipe de la casa real de David y recibió profecías que han conmocionado a creyentes e incrédulos a través de los siglos.

En ellas están definidos los imperios mundiales a lo largo de la historia, o sea, que Daniel presenta esta historia desde Babilonia hasta el fin.

Como ya sabemos, la vida de Daniel es muy conocida él fue un cautivo en Babilonia, pero su influencia en esa tierra fue enorme. La vida de este profeta es similar a la de José. Fue ascendido al puesto más alto del reino y mantuvo su vida espiritual en medio de una corte pagana.

Sesenta años duró el imperio de Babilonia y Daniel lo presenció de principio a fin. En total fueron cinco reyes los que conoció Daniel:

 

1-      Nabucodonosor: duró cuarenta y cinco años reinando en Babilonia.

2-      Nabodino y Belsasar (su hijo): estos reinaron diecisiete años en Babilonia y fueron los últimos reyes de este periodo.

3-      Darío el medo: este duró catorce años como rey del imperio Medo-persa.

4-      Ciro el persa: reinó nueve años.

 

NOTA: con respecto a estos dos últimos (Darío y Ciro) puede que sean la misma persona. No hay pruebas de que haya existido un tal Darío, puede ser un nombre ficticio para Ciro el persa.

Las razones no se saben, pero debe haber algún motivo por el cual le cambiaron el nombre.  

Otra hipótesis acerca de esto es que los persas le llamaban Ciro y los de Media le llamaban Darío. Es como decir Roberto para los latinos y Bob para los ingleses.

Podríamos decir que Daniel vivió unos setenta y cinco años en Babilonia, desde su primer año de cautiverio hasta, tal vez, dos o más años después del primer regreso del pueblo a su tierra.

 

El libro

 

Un pequeño dato cronológico del libro esta en el capitulo de Daniel 1:1 y Jeremías 25:1; (46:2):

 

En el año tercero del reinado de Joacim rey de Judá, vino Nabucodonosor rey de Babilonia a Jerusalén, y la sitió.

 

Palabra que vino a Jeremías acerca de todo el pueblo de Judá en el año cuarto de Joacim  hijo de Josías, rey de Judá, el cual era el año primero de Nabucodonosor rey de Babilonia

 

Según el calendario babilónico, el año cuarto es igual al año tercero del palestino. O sea, que estas dos fechas son las mismas desde calendarios diferentes.                                                                               

De modo general, las divisiones del libro son:

 

1-      Hechos: 1-6.

2-      Visiones: 7-12.

 

Esta forma de dividir el texto altera el orden cronológico que tratamos de estudiar. Pero así es más fácil entenderlo, ya que en el libro de Daniel los capítulos o algunos de ellos no están en orden.

No olvidemos que los libros de la Biblia se ordenan en forma temática y no cronológica, así también ocurre con muchos de sus capítulos. Por eso notamos en Daniel que las visiones en la época de Belsasar en los capítulos 7 y 8 son anteriores al incidente de los leones en el capitulo 6 que ocurrió en tiempo de Darío, así sigue en otros capítulos. No olvidemos que al estudiar las profecías debemos notar que muchas de estas o casi todas tienen un cumplimiento sólo en el pueblo Judío, porque a ellos les hablaron profecías. Pero la aplicación de las tales es para la iglesia o para cada creyente. O sea, hay una diferencia entre profecía dada y profecía aplicada.

Por ejemplo: el A.T no fue dado en profecía para nosotros (gentiles) sino para los judíos, y eso esta bien porque es la verdad. Pero veamos esto: Las profecías de todo el A.T fueron pura y exclusivamente para Israel (el pueblo de Dios) o al menos el 98 por ciento de ellas, pero nos damos cuenta que la aplicación es para nosotros. Entonces decimos: profecía dada para Israel, aplicación dada para nosotros. Leamos el siguiente versículo, Isaías 61:1. Tenemos en claro que esta profecía habla exclusivamente de Cristo (Mesías), y podemos decir: ya se cumplió y no sirve; está bien, no sirve como profecía pero sí como aplicación, porque Dios ungió a su iglesia y a cada creyente para predicar el evangelio (buenas nuevas).

 

Entendiendo algo de profecía

 

De acuerdo con muchos intérpretes, Daniel 9 contiene una profecía clave. Se la conoce como “las setenta semanas de años de Daniel”. Comprender lo que significan estas semanas es crucial para una escuela de interpretación de los acontecimientos de los últimos días. Desafortunada, aunque comprensiblemente, la interpretación de esta sección varía aun entre cristianos dedicados y consagrados. Estas notas deben reflejar la interpretación dispensacionalista, frecuentemente aceptada. Sin embargo, la interpretación de textos proféticos no debe dar lugar a enfrentamientos entre cristianos, aun cuando existan diferencias.

Cuando Daniel preguntó al Señor cuánto iba a durar la cautividad babilónica, Dios le mostró la profecía original de Jeremías, donde se indica que se prolongaría setenta años, y sería seguida por un período de “setenta veces siete” o 490 años (Jer. 29). Esta revelación cubre de hecho la historia de Jerusalén y los judíos desde el tiempo en que Artajerjes decretó que éstos debían reconstruir la ciudad de Jerusalén (Neh. 2:1–10) hasta el momento de la gran tribulación (Mt. 24:15–31).

Se ha llamado a este período “el tiempo de los gentiles”, porque la autoridad política de éstos constituirá el factor principal hasta la destrucción final de todos los enemigos de Israel al término de la gran tribulación. Todo ello culminará con la batalla de Armagedón y la Segunda Venida del Mesías, quien destruirá en ese momento a todos los ejércitos que se han confabulado para atacar a Jerusalén. Véase la nota a Apocalipsis 16:12–16.

El “setenta veces siete” se divide en tres secciones: siete semanas, sesenta y dos semanas y una semana. Cada semana representa siete años. El decreto de Artajerjes fue emitido en el 446–445 a.C. (Neh. 2:1). Las primeras dos secciones de semanas totalizan 69 semanas o 483 años. Este período concluyó en el 32 d.C., cuando le fue quitada la vida al Mesías (9:26), o cuando Jesús fue crucificado en el Calvario.

La abominación desoladora, profetizada por Daniel, y que formaría parte de la semana setenta, fue claramente fechada por Jesús como parte de la gran tribulación o del fin de los tiempos (Mt. 24:15). Han pasado casi dos mil años y la semana setenta no ha llegado aún. Vivimos todavía en el paréntesis de tiempo llamado “el tiempo de los gentiles”, que precede a la “semana” profética con que culmina la historia.

Desde esta perspectiva interpretativa, el libro de Daniel descubre el curso de los acontecimientos en las relaciones de Dios, no sólo con su pueblo, sino con el sistema político mundial. Algunos datos que se desprenden de este libro iluminan otros pasajes oscuros, y presentan el siguiente curso de los acontecimientos futuros:

 

1-      El Mesías retornará antes del Milenio (2:31–37, 44, 45; 7:13, 14).

2-      El reino de Dios será establecido sobre la tierra con el Mesías-Rey como monarca (2:44, 45; 7:26, 27).

3-      Los cuatro metales de la imagen con que soñó Nabucodonosor simbolizaban cuatro imperios: Babilonia, Medo-Persa, Griego-Macedonio y Romano (2:37–40).

4-      El cuarto reino, Roma, gozará de una reanimación final bajo la forma de una Europa confederada. De este sistema emergerá el anticristo (7:8, 20, 21; 8:23).

5-      El falso profeta y el anticristo son personas, no meramente sistemas (7:7, 8, 20–26; 9:27; 11:36–45).

6-      Dios continuará guiando a la nación de Israel (9:20–27).

7-      La nación de Israel dará la pauta para los acontecimientos de los últimos días (9:24).

8-      El falso profeta y el anticristo dominarán los momentos finales de la última semana de las setenta semanas de años a que se refería Daniel. Al final de la “semana”, tras la gran tribulación, Jesús el Mesías retornará para establecer el Reino de Dios, con lo cual se descifrarán todas las profecías de Daniel (9:24, 27).

 

Cristo se revela

 

Daniel presenta a Jesucristo, la piedra del quebranto.

 

Ezequiel

 

El autor, cuyo nombre significa “Dios fortalece”, es identificado como el “sacerdote Ezequiel, hijo de Buzi” (1:3). Aunque esta identificación ha sido puesta en duda, no parece haber razones para dudar de ella. Probablemente Ezequiel formaba parte del sacerdocio Zadoquita, el cual alcanzó prominencia con las reformas de Josías (621 a.C.). Preparado en el sacerdocio durante el reinado de Joacim, fue deportado a Babilonia (1:1; 33.21; 40:1) en el 597 a.C., y asentado en Tel-abib, junto al río Quebar, cerca de Nipur (1:1). Su ministerio coincidió brevemente con el de Jeremías.

Este profeta tiene el mismo tipo de mensaje o expresión que Daniel, su lenguaje es figurado y difícil de entender. Además son buenos compañeros del libro de apocalipsis.

Ezequiel vivió en el periodo babilónico y sabemos que fue llevado en la segunda deportación (comparar Ez. 1:2 con 2Cr. 39: 9,10).

Daniel había sido llevado nueve años antes junto con el rey Joacím y ya había alcanzado gran renombre en babilonia (comparar Dn. 1:1, 2, 6 con 2Cr. 36:5-8).

Estos dos varones de Dios ejercieron sus ministerios en la misma época, Daniel en el palacio y Ezequiel en el campo; durante veintidós años trayendo palabras de consuelo a un pueblo desalentado.

El llamado de Ezequiel tuvo lugar en el 593 a.C., quinto año del reinado de Joaquín.

La personalidad de Ezequiel refleja una fuerte tendencia mística. La inmediatez de sus contactos con el Espíritu, sus visiones, y la frecuencia con que las palabras del Señor descendían sobre él, lo vinculan tanto con los antiguos profetas contemplativos como con los profetas clásicos. Sus experiencias espirituales también constituyeron una anticipación de la actividad del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento.

En Ezequiel están íntimamente ligados, la cristología y la persona y obra del Espíritu Santo. Aunque no se distingue claramente una figura mesiánica en la visión final de Ezequiel, varios títulos y funciones mesiánicas que aparecen en el libro, indican que el Mesías formaba parte de su visión escatológica.

El título de “Hijo de Hombre” se menciona noventa veces en Ezequiel. Aun cuando el título se aplica al propio Ezequiel, Jesús se lo apropió como su forma favorita para designarse a sí mismo. Por tanto, Ezequiel debe ser considerado como un tipo de Cristo. En calidad de tal, Ezequiel se convirtió en profeta de la era del Mesías.

 

Con respecto al libro, lo podemos dividir en tres:

 

1-      Vocación 1-3: estos tratan de la vocación del profeta y su llamado. Ezequiel inició sus profecías unos seis años antes de la destrucción de Jerusalén.

2-      Castigo 4-35: esta sección muestra que el pueblo no estaba disperso sin razón, sino como fruto de su desobediencia. También tratan de los enemigos de Judá y de la caída de las naciones.

3-      Restauración 36-48: esta última parte muestra a un Dios que a pesar de todo tiene poder para restaurar al pueblo y restablecerlo.

 

Cristo se revela

 

Ezequiel presenta a Jesucristo, el Hijo del Hombre.

 

 Abdias

 

Este es el profeta que recibió un mensaje para la nación de Edom. Anunciándole su inminente extinción por causa de su crueldad para con Israel.

Las relaciones entre Israel y Edom estuvieron marcadas de mutua animosidad a lo largo de todo el período que abarca el AT. El enfrentamiento comenzó cuando los hermanos Esaú y Jacob iniciaron su disputa (véase Gn. 27, 32, 33). Los descendientes de Esaú se asentaron en el área llamada Edom, al sur del Mar Muerto, mientras que los descendientes de Jacob se mantenían fieles a la promesa, habitaban Canaán y crecían hasta convertirse en el pueblo de Israel. De ahí en adelante se multiplicaron los conflictos entre los edomitas y los israelitas. Los acontecimientos de que se habla en Números 20:14–21 son un ejemplo de la hostilidad existente entre ambos pueblos.

Esta rivalidad constituye el trasfondo de la profecía de Abdías. Durante un período de unos veinte años (605–586 a.C.), los babilonios invadieron la tierra de Israel y llevaron a cabo repetidos ataques contra la sagrada ciudad de Jerusalén, finalmente devastada en el 586 a.C. Los edomitas vieron estas incursiones como una oportunidad de saciar su sed de venganza contra Israel. Así, se unieron a los babilonios contra sus parientes lejanos y los ayudaron a profanar la tierra de Israel. El Salmo 137:7, Lamentaciones 4:21, 22 y Ezequiel 25:12–14, censuran la participación de los edomitas en la destrucción de Jerusalén.

La destrucción de Jerusalén indica que la profecía de Abdías se produjo poco antes del 586 a.C., año en que la ciudad sagrada cayó en manos de los babilonios. Parece que el mensaje fue anunciado durante el exilio de Judá, cuando Abdías advierte a Edom del inminente castigo divino y confirma a Judá la constante protección de Dios.

Todo lo que se sabe de este hombre es lo que él mismo dice en la presentación de su mensaje. Su nombre y su ministerio (Abd. 1:1). Cabe mencionar que más de diez hombres llevan ese nombre en el antiguo testamento.

Una tradición vincula al autor de la profecía con el Abdías al que se identifica como mayordomo del rey Acab. Véase 1ª de Reyes 18:3–16. Pero Acab reinó en Israel entre los años 874 y 853 a.C., un período que no parece coincidir con la fecha de la profecía de Abdías.

Sin duda Abdias era de Judá, pero la palabra que recibió era para otra nación:

 

Edom: Por lo que dice Abdias 11-14, parece claro que él profetizo después de la caída de Jerusalén. O sea, que fue contemporáneo de Jeremías y como él, fue testigo de la destrucción de la ciudad santa. Mientras tanto, del otro lado Daniel y Ezequiel eran ministros de Dios en la tierra del cautiverio.

 

El tema principal y único del libro de Abdias es un viejo conflicto familiar, Jacob contra Esaú. Aun antes de nacer estos dos gemelos se rechazaban entre sí; crecieron juntos pero separados en carácter, gustos, afectos, etc. Aunque se reconciliaron entre ellos, el pleito resurgió en sus descendientes; Israel contra Edom.

A través de la historia de Israel encontramos a los edomitas manifestando su rencor una y otra vez, por eso Dios comenzó a advertir seriamente a este hermano de Israel.

Los edomitas tenían dos características:

 

1-      Orgullo: este orgullo se debía principalmente a dos cosas:

a.       La posición invencible de su capital Sela (Petra <Abd. 3>).

b.      La sabiduría y el valor de sus hombres (Abd. 8,9).

2-      Crueldad: la crueldad de Edom para con Israel fue continua. En el día de la caída de Jerusalén éstos fueron voluntarios a los babilonios en la destrucción del pueblo de Dios.

 

Enseñanza para nuestra vida

 

Es lógico que Abdías se refiera a la cuestión de las relaciones entre Judá y Edom. Con qué facilidad aquellos que mejor conocemos se convierten en objeto de nuestro más amargo resentimiento. Edom debía haberse puesto al lado de Judá en su conflicto con Babilonia, pero años de enemistad hicieron que las emociones suplantaran al buen juicio. Esas escabrosas relaciones son el resultado inevitable de la soberbia que nos impide descubrir nuestros errores y construye barreras que bloquean el camino de la reconciliación. El libro de Abdías nos llama a enfrentar el increíble costo del orgullo, y a darnos cuenta que mantenernos aferrados a él no tiene sentido cuando nos enfrentamos a la ira de Dios y tratamos de justificar nuestra arrogancia. El libro nos llama a arrepentirnos de nuestra soberbia, a buscar reconciliación con quienes hemos roto relaciones, y a vivir una vida de perdón y misericordia.

 

Cristo se revela

 

Abdias presenta a Jesucristo, nuestro defensor.

 

<Lección anterior                                                            siguiente lección>